SON LAS PERSONAS, ESTÚPIDO


Un jubilado se suicida frente al Parlamento griego

El hombre de 77 años se ha quitado la vida tras afirmar que se negaba a buscar comida en la basura

(Público.es)

"Son las personas, estúpido"

Esto es lo que me gustaría decirle a aquel estúpido James Carville, estúpido asesor de Bill Clinton para una estúpida campaña electoral que, a la postre, con ayuda de Bush hijo y del propio Obama, ha desembocado en la adoración de la coyuntura por quienes se suponen han de trabajar para la estabilidad. Aquí lo llamamos burbuja inmobiliaria, en USA era burbuja financiera y, en cualquier otro lugar, burbuja moral. En definitiva, exposición a una prevista explosión que nadie quiso ni supo controlar, llevándose por delante a países enteros con sus sociedades, sus personas y sus futuros.
Para seguir leyendo clicar en "Más Información"
                Un atardecer de Wasington Irwing, en Córdoba, relajadamente, leía algunas noticias económicas y uno de aquellos artículos me recordó la estúpida frase de aquel estúpido experto. Alguien que veía en la economía tan sólo una actividad que han de darse las personas que ven la felicidad exclusivamente en el acto de generar valor de compra-venta; unas personas que, para su solaz moral, saben ganar la comprensión de la masa distante y despreocupada. Alguien que contribuyó, entre muchos, a que a la economía se la haya despojado del necesario equilibrio en su regulación y en su uso, para que no pueda ser entendida ni practicada por la mayoría de la ciudadanía, entendida y practicada por muchas personas, incluidos máximos mandatarios, que han de actuar sobre las demás en forma de legislación o de incentivación; es decir, por los responsables políticos de municipios, regiones y estados.
                De este modo, la estupidez se convierte en un peligro capaz de pasar por encima de los más sólidos principios éticos (solidez al menos en apariencia) y de conseguir que el necesario ideal de convivencia colectiva se haya convertido en ambición individual de supervivencia.
                El problema surge justo cuando se da a la economía una trascendencia que no debiera tener. La economía es, ni más ni menos, una fuente de irrigación del cultivo vital humano, pero no la única ni la más importante; sobre todo el formato de economía basado en la especulación y beneficios express, sin esfuerzo, tan sólo acudiendo en el momento oportuno al santuario capitalista: la bolsa, con su regulación hecha a medida de estos feligreses que adoran el diente de sierra que les encumbra y arrasan a las personas que no les facilitan el camino a su exclusivo y verdadero triunfo:   la riqueza económica personal por encima de todo y de todos.
                Por eso, la estupidez no está en creer que la economía ha de ser, sino en que la economía es lo que ha de ser, con ese carácter de exclusividad y divinidad sin alternativa. Los hedonistas del dinero, son aquí muy monoteístas. Arrasan con lo que protege algo a las personas que no son de su clase: garantía de que se protegerá su salud, garantía de que se protegerá su educación, garantía de que se protegerá su mínimo derecho a no dormir, como un animal sin dueño, en la calle, y a poder alimentarse sin tener que recurrir, como un animal sin dueño, a lo que tiran a la basura quienes dejan ese rastro de abundancia y poder inmoral.
                Y es por esto que, viendo el resultado de aquella estupidez, es comprensible que haya una gran masa social que se siente atemorizada por el posible quebranto de un sistema que produce miseria, maltrato material y moral, y un desequilibrio social notable en el que siempre pierden los mismos. Siempre fue así, y así sigue siendo. Pero hemos de aprender a esforzarnos por poder responder a quienes tratan de convencernos: “Son las personas, estúpido”. ¿Estamos a tiempo?

 (José Luis Esparcia)



No hay comentarios:

Publicar un comentario